«Caminante, son tus huellas el camino y nada más, caminante, no hay camino se hace camino al andar.» Antonio Machado.
Hace aproximadamente siete años, terminando una práctica de yoga, en ese entonces mi instructora era Nadia Vado, la escuché decir de un grupo de meditación, de silencio, mi corazón se hizo no se si pequeño o grande, pero era lo que estaba ansiando, anhelando, y sin dudarlo a la siguiente práctica le pregunté ¿dónde era, qué horario, y cómo había que llegar? (no se si imaginaba que en ropa deportiva o cómoda como la que usamos en yoga). A lo que ella me respondió que eran los días martes de 8 a 10 am, en una casa en la Estancia Sto. Domingo y que se llegaba vestida normal (esto es el grupo de mamás jóvenes).
Al siguiente martes estaba sentada escuchando atentamente y con asombro a Aida Maria. No niego que al principio no fue nada fácil, estaba repleta de juicios, sobre todo de juicios de grupos de oración, un poco resistente… Además, sentarme y aquietarme por 20 minutos en las madrugadas fueron todo un reto casi titánico, interfería mucho juicio de si lo estaba haciendo bien, si estaba pensando demasiado o a veces el cuerpo resistía, me picaba por aquí, por allá y en fin, un desafío. Pero todo es un proceso y poco a poco me fui soltando y ahora ante la pregunta ¿Que ha hecho el silencio por mí? Más bien diría qué no ha hecho, ha removido los más remotos cimientos de mi ser, me dejó llevar por la presencia silenciosa y amorosa de DIOS, cada amanecer mi Alma es renovada, pacificada y estremecida por el silencio, que no es ausencia de Dios si no todo lo contrario pura y sutil presencia de EL. Sin dudarlo hoy no podría vivir sin el sustento, el alimento del Espíritu, de su renovación. Si hay un antes y un después como comparten mis hermanos en sus testimonios.
Con respecto al grupo, es muy importante porque al reunirnos cada Lunes es más fuerte todavía la presencia de DIOS, vivir juntos el silencio se siente profundamente inmenso y sanador.
Las enseñanzas, el compartir con Aida Maria me llenan de sabiduría, conocimiento y ternura… Siento que el crecimiento espiritual es infinito, no para, me siento segura, bienvenida y amada dentro y fuera del grupo.
Pero en especial en ese espacio compartido nos sentimos Unidos, en Plenitud y Paz. Desde aquí gracias, Aida Maria por tu servicio al amor, gracias comunidad por compartir y su presencia.
Carmen Rosa Rosales Saballos.