Conocer el silencio fue reconectar conmigo, con los demás y con la naturaleza.
Llegué al silencio hace 10 años, de forma inesperada, fue un sincronismo de esos que sólo Dios padre puede brindar. Me acuerdo llegué directo a un retiro de profundización, así fue mi primer contacto con la comunidad contemplativa que dirige Doña Aída María, quién para mí ha sido guía y madre espiritual. Para ese tiempo, yo me sentía como un árbol de raíces débiles y poco profundas, estaba de regreso en mi Nicaragua amada, después de más de 17 años de no vivir en ella. Nicaragua me sabía a dolores de mi infancia y de la guerra, mi vida carecía de un proyecto de vida, y mi conexión con la naturaleza era mínima.
El silencio fue realizando su obra de forma suave, sutil y amorosa, fue abriendo y removiendo la tierra de mi ser como una plantita que con sus raíces permite que entre oxígeno, nutrientes y vida. A medida que aumentaba mi tiempo de silencio en mi práctica diaria, fui viendo mi transformación. Empecé a reconectarme conmigo misma, empecé a comprenderme y comprender mi entorno, empecé crecer desde la trinidad de mi ser. A pesar de estar físicamente distante de mi comunidad contemplativa, sigo realizando mi práctica gracias a Doña Aída María, quien de forma inigualable, sin importar cambios horarios de hasta 9 horas, me ha ayudado a estar siempre conectada.
Hoy gracias al silencio me siento como un árbol con flores y raíces firmes pero flexibles, no importa que tan fuerte sea la lluvia o el viento, el sol o la sequía, yo estoy enraizada en lo que para mí es la verdad y la vida. Hoy tengo un proyecto de vida que me permite servir, pues descubrí que en el servicio a los demás está mi realización, hoy estoy reconectada conmigo, con los demás, con la naturaleza y con Dios padre.
Doy gracias infinitas a la gran oportunidad de nuestra Capilla Virtual de Silencio y Plenitud, porque se ha convertido en el abono y hogar vital para mi ser.
No tengo mejores palabras para definir lo que ha sido la presencia de Dios en mi vida, que las del Padre Thomas Keating en su libro Mente Abierta, Corazón Abierto:
“Esa presencia es sanadora, nos fortalece, nos refresca – simplemente por estar Presente. No emite juicios, se da a sí misma sin buscar reconocimiento alguno, su compasión no conoce límites. Es como volver al hogar, a un lugar que nunca debí de haber abandonado, a una comprensión que de algún modo siempre existió en mí pero que no podía reconocer”
A Dios, a mi querida Doña Aída María y toda la comunidad contemplativa Gracias, gracias, gracias.
Fernanda Martínez