Bien sabe mi Dios que desde niña siempre lo busqué, esta búsqueda me llevo al camino correcto, el camino de la contemplación, desde el mismo instante que experimente esta forma de orar sabía que este era mi llamado. Inicie en la Contemplación, en este encuentro con él amado hace nueve años.
Al inicio de este camino Dios me dio lo que primero necesitaba me acogió, me acurrucó, me arrulló, me consoló. Me sano de heridas tan profundas, pero tan profundas que ni yo era consiente de ellas. Vivian en mi inconsciente. Debo decir que fue un trabajo duro, pero muy liberador y sanador. Sanándome a mi ha sanado también a mi familia.
Es muy difícil explicar en palabras lo que sucede en estos encuentros. La experimentación de la acción de Dios, de su gracia, el estar abierta a recibirla hacen que sucedan gracias y milagros simplemente inexplicable.
Lo más cercano que puedo decir es que allí en el encuentro con él, a través de la quietud y el silencio de todo lo que me rodea, he experimentado su presencia, su amor, su paz, la plenitud en ese instante, simplemente no necesito nada, más que verle y que me vea.
Allí he escuchado su voz, su guía, su inspiración, allí con él he encontrado la fuerza para las adversidades, las soluciones a muchos problemas y también he experimentado ser uno con él. ¿Como explicarlo? Difícil para quien se siente separado De Dios, pero soy una en él. Él vive en mí y yo en él.
En estos encuentros en silencio con él fui transformándome, mis conceptos, mis esquemas, mis prioridades, mi visión hacia los demás, hacia mí misma han cambiado totalmente. ¿Cómo no hacerlo? Si experimento al Dios Vivo dentro de mí.
En estas citas de amor mi Padre ha abierto un portal a una sensibilidad a la Palabra que era para mi desconocida en esas magnitudes. Hoy su palabra es agua viva que mi alma sedienta que las recibe a unos niveles que ni yo misma logro comprender a veces. Cada lectura me habla directo al corazón, me enseña, me transforma, me llena, inunda todo mi ser. Ahora no hay un día que pueda vivir sin su palabra.
En los momentos más duros que he vivido en mi vida, encontrarme con Jesús en el silencio ha sido tan consolador; me ha conducido a experimentar un poco su vida, ¿cómo explicar esto? Me ha hecho partícipe de su soledad en el huerto, su pasión y crucifixión a fin de hacerme compañía en mi propia dificultad y acompañarme y consolarme personalmente. Encuentro de uno a uno. Él y yo. Eso me ha dado la fuerza que necesito en cada paso de mi vida. Sin estos encuentros no hubiese sido posible sostenerme en las diferentes dificultades que la vida me ha presentado.
Perseverar en este camino sola sin el grupo diría que es casi imposible, rezar juntos, meditar la palabra, escuchar las charlas y enseñanzas que se imparten en el grupo es fundamental para sostenernos de no claudicar.
Los testimonios de cada hermano es crucial para mi crecimiento. Tengo tanto que agradecerles a mis hermanos y hermanas de todo lo que aprendido de ellos. Le agradezco a doña Aida María y a don Álvaro por su invaluable servicio, a doña Sonia por su cariño, a Josefa por su valentía y testimonio de vida, a Carmen por su alegría, a Loli por sus oraciones, a Susana y Alejandra por su dulzura, a Patricia por sus muestras de afecto, a Cynthia por su perseverancia, a Imelda por su apertura y testimonio de vida, a Suyin por su amistad, y tantas y tantos de los que han sido maestros en este caminar, gracias, gracias, gracias.
«Lo único necesario para buscar a Dios, es ponerse en soledad y mirarlo dentro de nosotros mismos». STJ
Tania Guerrero de Caldera