El silencio ha sido una de las bendiciones más grande que el Señor me ha regalado. Me transformó de muchas maneras, pero al mismo tiempo a través de una sola verdad, amor.
Mi forma de ver las cosas y vivir mi vida es diferente a cómo vivía hace 10 años, lo que llevo practicando el silencio. Trato de vivir el presente, disfrutando cada momento, a pesar de que no sucedan las cosas a cómo me gustaría o al momento esperado. Es un abandono total porque confío en El y vivo su gracia cada día.
Es más fácil ver lo bueno en todo y estoy más feliz. Ahora mi carga es liviana. No tengo resentimientos y miedos del pasado, ni preocupaciones anticipadas. Descanso en un amigo que siento en lo más profundo de mi ser porque El me guía y ama.
El silencio abre el espacio para esta gracia. La constancia es importante y siento que lo logro a través del apoyo del grupo. Es un apoyo de crecimiento donde cada semana fortalece mi fe y ayuda en el camino hacia vivir esta gracia.
Las enseñanzas de cada semana me ayudan en este crecimiento porque logro poner en práctica esta verdad. Me enseña cómo vivir el momento presente, cómo crecer a través de la oración contemplativa, y cómo guiarme no por mi entorno, si no, por el espíritu que está en todo. Es un refuerzo semanal de esta práctica y sus frutos.
Martina Mendieta